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Terapia, arte, pasión y tradición se han unido hoy en el Palacio de Congresos de Salamanca con el Encuentro de Bolillos Ciudad de Salamanca, un evento que ha reunido a más de 500 mujeres- y también algunos hombres y niños- apasionadas del encaje de bolillos, procedentes de diferentes puntos de España.
Organizado por la Asociación de Mujeres Flor de Salamanca, este encuentro tiene como objetivo mantener viva la tradición del encaje de bolillos, una técnica artesanal que ha pasado de generación en generación.
La mayoría de encajeras llevan entre 15 y 20 años haciendo bolillos, algunas incluso más de 30 años. Vienen asociaciones de diferentes zonas de Salamanca y de todas partes de España, desde Cáceres, Badajoz, Basauri (Vizcaya) o Valladolid... que, a su vez, también tienen sus propios encuentros en otras zonas de España, algunas incluso consiguen reunir hasta a 800 bolilleras.
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Muchas empezaron dando clases y después se convirtieron en profesoras de la técnica, otras lo iniciaron como vía de escape a la depresión y otras simplemente por curiosidad y ahora se ha convertido en un vicio. Aseguran que no debe perderse esta actividad, «los extranjeros lo valoran mucho y les llama mucho la atención».
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Hilo, telas, plantillas...La jornada ha incluido una zona de mercadillo donde se vendían todos los materiales necesarios para esta labor. Antes de comenzar a tejer, muchas se abastecían allí para preparar sus diseños. Aunque laborioso, el bolillo es valorado por sus beneficios terapéuticos: fomenta la paciencia, la concentración, la creatividad y el aprendizaje continuo. «Siempre hay algo nuevo que aprender». «Cuando te das cuenta han pasado 3 o 4 horas y no te enteras». «Me meto en mis pensamientos, en mí misma y doy rienda suelta a la creatividad».
En el grupo también participa algún hombre que disfruta con esta actividad. Uno de ellos relata que comenzó justo antes de la pandemia y, a través del teléfono, la profesora le iba explicando la técnica «El vicio lo cogí durante la pandemia, me mantuvo entretenido». Igualmente, han participado algunos niños y niñas junto a sus madres y abuelas.
Una de las tejedoras más veteranas reconoce que transmitir la tradición a las nuevas generaciones hoy en día es importante pero difícil porque aquellos que quieren aprenderlo tienen menos tiempo, otros no se animan y al final lo hacen las mujeres más mayores para distraerse y no estar todo el día en casa.
Este encuentro sigue demostrando que aún hay espacio para la dedicación tranquila, el trabajo manual y la conexión entre generaciones a través de la pasión por una labor ancestral porque, como dice una de las participantes con convicción, «esto es tradición y cultura y no debe perderse».
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